Residencias: Lecciones de un año conviviendo con la Covid-19
Hace un año, asistíamos atónitos a cómo un virus desconocido entraba con una fuerza devastadora en nuestras vidas y arrasaba con nuestro estilo de vida, la salud, y en muchos casos las vidas de miles de ciudadanos, en especial de las personas cuidadas en residencias.
Desde entonces vivimos tiempos convulsos en los que las incertidumbres ganan a las certezas y en las que la verdades como templos parece que se desvanecen y todo o casi todo es opinable.
Una de las acepciones que la RAE le otorga al término tragedia es aquella situación o suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades humanas. Asistimos así a una tragedia que, en toda su literalidad, nos ha puesto delante nuestra vulnerabilidad, la interdependencia que necesitamos para la vida y la falta de atención que como sociedad estamos prestando al gran cambio social que significa la longevidad.
Y, paradojas de la vida también una oportunidad única para el cambio, la transformación de cómo consideramos la vejez, y sobre todo para hacer prevalecer los derechos de las personas, independientemente de su edad o situación.
Hay que cambiar muchas estructuras, políticas y servicios. Ningún ámbito ha de quedar fuera: los planes de salud, vivienda, educativos, el diseño de las ciudades… Y especialmente sin demora el enfoque de atención a las personas que necesitan cuidados.
Periviven muchas rémoras del pasado. Las personas no quieren, no queremos vivir en “instituciones”. Queremos estar en casa, salir, entrar, recibir y despedir a amigos y familiares. Queremos entornos en los que cuidar sea una actividad valorada, prestigiosa, atractiva para jóvenes que empiezan su desarrollo profesional.
Hay mucho por hacer. Y hay que hacerlo bien. El valor de la ciencia no deja de estar presente en estos días para encontrar los mejores medios para protegernos de la covid- 19. También tiene que estarlo el conocimiento de gerontólogos ambientales, psicólogos expertos en envejecimiento, economistas, filósofos, y muchos más.
En los últimos treinta años se ha acumulado un gran bagaje científico de todas estas disciplinas que debe ser, por fin, aplicado a las políticas, los servicios y los planes formativos relacionados con el envejecimiento.
“Nunca Mais”, fue el lema de miles de personas que con ahínco limpiaron las costas gallegas tras el desastre del Prestige. Tomémoslo prestado. Nunca más se debe repetir la tragedia de este año.
Actuemos con compromiso, visión y conocimiento.
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