Las viejas invisibilizadas: discriminaciones de género en la vejez
En mi trabajo, a la hora de querer hacer un grupo de discusión con personas mayores o acompañar a un grupo promotor de personas mayores, es habitual escuchar a alguien preguntar: pero, ¿dónde están las mujeres?
Y es que, no pasa desapercibido que siendo ellas la mayoría de la población mayor, su presencia en estos grupos siempre es más reducida, o como mucho igual, a la de hombres, lo que nos suele llevar a una búsqueda activa para incorporarlas a estos espacios.
Entonces, ¿qué sucede? ¿dónde nos las podemos encontrar?
La respuesta es sencilla: en todas partes. Ejerciendo el activismo y la defensa de derechos a través de la participación ciudadana y manifestaciones; cuidando a diferentes generaciones de su familia, sosteniendo así el desarrollo personal y laboral de otras personas; continuando con su propio desarrollo vital, a través de la participación en los hogares de mayores u otros espacios y sus actividades, entre otros muchos sitios.
Si están en todas partes, ¿por qué no las vemos?
En dos palabras: “INVISIBILIZACIÓN SOCIAL”. Las múltiples discriminaciones, por edad y género, entre otras, que sufren actualmente las mujeres mayores pasan por alto su contribución a la sociedad.
En relación a esto, conviene no olvidar cómo los roles tradicionales asociados a las mujeres han estado vinculados al ámbito familiar, tanto en lo doméstico como en el cuidado de las personas en situación de dependencia, discapacidad o vulnerabilidad. Trabajos que, como todas sabemos, cuentan con escaso reconocimiento social y un alto grado de invisibilización e infravaloración.
En la actualidad, y pese a los cambios sociales que se han ido produciendo a lo largo de estas décadas, ellas continúan siendo quienes en su mayoría se encargan, tanto en la esfera pública como privada, de esta labor.
Así pues, son un importante agente de cuidado, bajo cuya su responsabilidad recae el acompañamiento y bienestar de diferentes generaciones.
Sin embargo, no se puede limitar el trabajo de las mujeres al espacio privado y de los cuidados.
Las mujeres mayores aportan mucho más a la sociedad. Si nos paramos a observar el perfil más común dentro del voluntariado, comprobaremos que un gran porcentaje de las personas voluntarias son mujeres mayores de 50 años, especialmente en las asociaciones de intervención social. Las mujeres mayores trabajan por la transformación social, siendo la estructura de gran parte del asociacionismo y voluntariado. Aun así, los diferentes organismos directivos del tejido asociativo están ocupados por hombres, mostrando la dificultades a las que se enfrentan las mujeres para llegar a cargos de responsabilidad y poder debido en gran medida a la socialización de género.
Por otro lado, ¿qué representación hay de ellas en los medios de comunicación y en la cultura?
En lo relativo a los medios, la presencia de las mujeres mayores suele ir ligada a noticias sobre pérdidas, soledad, fragilidad y los peligros que las acechan, así como a carga económica y social. Dando una visión muy negativa y errónea, que retroalimenta los edadismos ya presentes. Por contra, los últimos estudios de Mónica Ramos, antropóloga especializada en envejecimiento y género, muestran que, hasta los 80 años de edad, las mujeres dan más cuidados de los que reciben.
En el ámbito de la cultura, abundan los relatos edadistas y homogéneos en los que las actrices mayores aparecen como personajes secundarios, a través de la figura de la abuela o la viuda, siempre orientada hacia los otros y con historias muy vinculadas a la tristeza, la pérdida y el deterioro.
La invisibilización no sólo se queda en lo social, sino que también está presente en las ciencias, que arrastran el sesgo androcéntrico, asumiendo la experiencia masculina como representativa de todas las personas, ignorando y desconociendo las experiencias de las mujeres, especialmente en la vejez.
Mismamente, el propio término de gerontología. La ciencia que trata la vejez, etimológicamente su origen es griego, de la palabra Geron, que significa hombre viejo. Un hecho simbólico que refleja la realidad de en nuestro campo, donde no es habitual encontrar análisis e intervenciones con perspectiva de género y dónde, para algunas personas, hablar de gerontología feminista induce a pensar que esto implica un posicionamiento político, cómo si el no incluir la perspectiva de género no fuera una posición política en sí misma.
Esto sucede en otras muchas ciencias, que al estudiar al grupo de mayores lo hace de forma global, analizando los datos con diferencias entre sexos, pero sin profundizar en las desigualdades y discriminaciones que hay tras esos datos, lo que tiene como consecuencia la falta de respuestas políticas, sociales y sanitarias a las diversas necesidades específicas de las mujeres mayores.
Es por ello que es más habitual encontrar iniciativas comunicativas específicas para mujeres, sin tener en cuenta las particularidades de la vejez, o para mayores, sin tener en cuenta las particularidades de las mujeres que envejecen.
Buen ejemplo de esto último son los tradicionalmente llamados “hogares del jubilado” o centros sociales para personas mayores. Hablamos de espacios en los que, pese a que la gran mayoría de personas asistentes son mujeres, la presencia de hombres en las juntas directivas es mayoritaria. Siendo los casos contados, aquellos que cuentan con estrategias para el empoderamiento de las mujeres o perspectiva de género en sus formas de gestión y usos.
¿Cómo dar la vuelta a esta situación?
Hacia relatos nuevos y diversos
Para empezar, necesitamos relatos nuevos y diversos sobre las mujeres mayores. El cine, la literatura, y otros agentes de socialización, son piezas clave a la hora de construir una narrativa e imaginario social más realista y positivo de este grupo de población.
Afortunadamente los tiempos y las miradas han ido cambiando, y cada vez disfrutamos de más películas que ponen en foco en ellas, y hablan de vivencias muy diversas entre sí, alejadas de esas visiones negativas y estereotipadas a las que estábamos acostumbrados. Buenos ejemplos son películas como “80 egunean”, “Gloria” o “Nomadland”, o libros como el poemario de Mari Luz Esteban “El manifiesto de las mujeres viejas.”.
Demos voz a las protagonistas, las viejas. Mostremos sus realidades diversas y sus papeles fundamentales en nuestra sociedad.
Mujeres mayores participan en una manifestación en favor del derecho al aborto. Foto: Juan Carlos Mejía
Ocupando espacios
Además, hace falta ocupar espacios, como ya hacen las Lideresas de Villaverde, un colectivo formado por mujeres mayores de 65 años que, desde 2014, desarrolla actividades feministas e iniciativas diversas en ese distrito madrileño. Os invito encarecidamente a escuchar un programa de radio semanal que ellas conducen y en el cual comparten sus vivencias, reflexiones y reivindicaciones desde esa diversidad que las caracteriza.
Investigación e intervención con perspectiva de género
Todos estos avances culturales y sociales, tienen que ir de la mano con la investigación y las administraciones públicas. Dos campos dónde es necesario que nos pongamos las gafas moradas, a la par que lo hace la sociedad.
Difícilmente podremos dar pasos en políticas o programas para mujeres mayores si partimos de un enfoque que descuida la perspectiva de género.
Para ello, el paso fundamental está en la gerontología, dónde es necesario comenzar a trabajar en esta línea de análisis para fundamentar las necesidades que faciliten que las políticas públicas correspondan a las necesidades e intereses de esta etapa vital.
Como gerontólogas y desde cada una de nuestras disciplinas, tenemos en la gran responsabilidad de aliviar esas situaciones de agravio y discriminación con las que conviven tantas y tantas mujeres mayores.
Estudios como realizado por el Instituto Navarro para la Igualdad sobre las situaciones de violencia de género de las mujeres mayores en Navarra son una apuesta firme en este sentido, y contribuyen a analizar las particularidades de la violencia de género, detectando claras diferencias a cuando se da en otras edades. Ejemplo de ello es la identificación de determinados factores agravantes de la violencia de género, como son el miedo a la soledad, la dependencia económica y la edad.
Llevar a cabo este tipo de estudios favorece el impulso y la generación de servicios y recursos, desde las distintas administraciones públicas, que responden a dichas particularidades y se ajusten a las necesidades de la mayoría de la población mayor.
Por todo lo anteriormente comentado, es hora de qué dejemos de preguntarnos dónde están y las veamos. Siendo imprescindible hacerlo de la mano de ellas, las viejas, que tanto bien generan en la comunidad, como en la propia ciencia. La transformación está de camino, y ellas nos la están facilitando y promoviendo.
Si os interesa el tema, enriqueceros y disfrutad leyendo: Yo vieja: apuntes de superviviencia para seres libres o Abuelas, madres, hijas. La transmisión sociocultural del arte de envejecer, ambas de Anna Freixas Farré; el poemario El manifiesto de las mujeres viejas de Mari Luz Esteban Galarza, o el libro Envejecer siendo mujer. Dificultades, oportunidades y retos de Mónica Ramos Toro.
Disfrutando de grandes películas como: Gloria de Sebastián Lelio (2013); 80 egunean de José Mari Goenaga y Jon Garaño (2010); Nomadland de Chloé Zhao (2020).
Así como seguir el trabajo de nuestras amigas las Lideresas de Villaverde.
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Apoyarnos entre todas y luchar por nuestro derecho, la transformación esta en camino.
Hay que seguir luchando por los derechos y reconocer los esfuerzos de las mujeres.
Luchar por nuestros derechos y estar unidas todas
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