Diabetes Mellitus
La diabetes mellitus es una patología que incrementa en gran medida su frecuencia con la edad, por los cambios del propio envejecimiento, enfermedades concomitantes y medicamentos que pueden aumentar los niveles de azúcar en la sangre. La hiperglucemia crónica es una enfermedad silente, que con el paso de los años va afectando al sistema circulatorio (miembros inferiores, corazón, cerebro) como a nivel de los nervios periféricos, renal y ocular. También tiene influencia como factor de riesgo de demencia, depresión, caídas, discapacidad, incontinencia, malnutrición, deshidratación, estando asociada así mismo con un incremento de procesos infecciosos, dolor crónico o úlceras por presión, repercutiendo todo ello sobre la calidad de vida.
Por todo ello la detección precoz y unas adecuadas medidas higiénico- dietéticas, junto a un plan terapéutico individualizado, puede retrasar en gran medida las complicaciones descritas.
– Dieta adecuada a la actividad realizada y al peso, dependiendo de la edad y sexo. Debe conocerse los cambios en el gusto y el apetito, alteraciones dentarias y de la función digestiva, con el envejecimiento, así como la capacidad de compra y elaboración de alimentos.
Se recomiendan un 45-65% de azucares (evitando aquellos de absorción rápida, presentes en aquellos productos dulces, bollería, chocolates…), 20-35% de grasas disminuyendo las saturadas y un 10-35% de proteínas. Se puede distribuir la ingesta un 20% en el desayuno, 30% en la comida principal y en la cena, 10% en la merienda y un 5% en el almuerzo y recena
La ingesta de 20- 40 gr de fibra soluble por medio de verduras, legumbres y frutas, el consumo de cereales integrales, frutos secos, así como la utilización del aceite de oliva son beneficiosas. Un consumo moderado de alcohol, algo menor en las mujeres está indicado.
Ante presencia de obesidad se debe instaurar una dieta baja en calorías y un incremento de la actividad física, aunque en el anciano existe mayor riesgo relacionado con la malnutrición o pérdida de peso involuntario, que con el sobrepeso u obesidad.
– Realizar actividad física, manteniéndose lo más activo posible como su capacidad funcional lo permita. El deambular al menos 30 minutos, 5 días a la semana, siendo capaz de hablar, puede ser un objetivo razonable. Ante riesgo de caídas o de desacondicionamiento, los programas de fortalecimiento de la marcha y el equilibrio pueden ser de gran utilidad.
– Realizar controles periódicos oftalmológicos como su médico lo indique, para una detección precoz de alteraciones retinianas, maculares o del cristalino, que puede disminuir en gran medida la agudeza visual.
– Cuidado de los pies, con un adecuado seguimiento podológico, para evitar traumatismos o heridas que pueden complicarse por problemas de cicatrización.