Farmacoterapia y cronicidad: factores y pautas para una buena adherencia a la medicación
La European Society for Patient Adherence, Compliance and Persistence (ESPACOMP) define el término de “adherencia a la medicación” como el proceso en el que el paciente toma la medicación como se le ha prescrito.
La falta de adherencia en los tratamientos crónicos se ha convertido en un problema universal y real que afecta a la efectividad de los mismos, lo que supone un importante problema de salud pública. En cifras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que uno de cada dos pacientes con patologías crónicas no es adherente a su tratamiento; cifra similar (48,3%) a la presentada en un estudio español desarrollado en el año 2014 en personas polimedicadas y mayores de 65 años.
No tomar adecuadamente la medicación puede acarrear algunas consecuencias como la disminución de la calidad y de la esperanza de vida, la ineficacia del tratamiento y un peor control de la enfermedad, lo que se traduce en mayores complicaciones y empeoramiento clínico, un aumento de las consultas médicas, hospitalizaciones y pruebas complementarias, con el consiguiente impacto negativo en el gasto sanitario.
Por lo general, la adherencia suele ser máxima al inicio de los tratamientos y en aquellos de corta duración, pero suele disminuir en los tratamientos prolongados, así como en pacientes polimedicados o en los colectivos en los que resulta más difícil llevar un control del tratamiento. Esta falta de adherencia puede ser intencionada, cuando hay una clara voluntad del paciente por no tomar la medicación, o no intencionada, relacionada con la pérdida de memoria o autonomía del paciente, la complejidad del tratamiento, la falta de creación de rutinas y hábitos diarios, la gravedad de la patología, etc.
Hablamos de un proceso complejo y multifactorial, condicionado principalmente por factores relacionados con el paciente, el tratamiento y el entorno sanitario.
En el primero de ellos cabría destacar la brecha de género. Ellas muestran mayor adherencia a los tratamientos. Otros aspectos a tener en cuenta relacionados con el paciente serían: la presencia de problemas mentales, el nivel formativo/educativo (a menor nivel menor adherencia), la falta de conocimiento de la enfermedad y/o de confianza en el beneficio del tratamiento, la pérdida de independencia para el desarrollo de las actividades de la vida diaria, la presencia de múltiples comorbilidades, alcoholismo, etc.
Entre los factores relacionados con el tratamiento, cabría apuntar aspectos como la complejidad del tratamiento, politerapia, dosis múltiples diarias, empleo de una forma farmacéutica inadecuada (dificultad para partir comprimidos, falta de adecuación en problemas de deglución, etc.), el coste, la aparición de efectos adversos, etc.
Finalmente, en el apartado de entorno sanitario cabría destacar la relación médico-paciente y/o cuidador, así como otros aspectos relacionados con el sistema de salud (tiempos de consulta médica, muchos prescriptores, seguimiento inadecuado, etc.). La calidad de la comunicación y atención sanitaria recibida, la empatía o la capacidad para motivar por parte del profesional sanitario repercuten en el comportamiento del paciente.
Si bien actualmente existen diversas aproximaciones métodológicas para determinar la adherencia a los tratamientos (cuestionarios Morisky-Green / ARMS-e, recuento de medicación, dispositivos electrónicos o registros de la farmacia), en intervenciones con personas de edades avanzadas con un cuadro pluripatológico y crónico, el proceso de seguimiento se vuelve más complejo. En casos así es necesaria la combinación de varios métodos para su evaluación, disponiendo de las siguientes pautas para mejorar la adherencia al tratamiento:
- Evaluación geriátrica integral.
- Empoderamiento: hacer al paciente partícipe en su tratamiento.
- Optimización, simplificación de la farmacoterapia, adecuación terapéutica con la necesidad de la toma de decisiones compartidas con el paciente y/o cuidador.
- Empleo de dispositivos recordatorios de la toma de medicación.
- Potenciación de las habilidades comunicativas y del conocimiento de los profesionales sanitarios.
- Evaluación periódica de la adherencia.
- Integración de los servicios sanitarios, mediante una mayor comunicación entre atención primaria y hospitalaria.
En definitiva, es necesario que las estrategias planteadas tengan un carácter multidisciplinar, un seguimiento longitudinal e individualizado, un carácter educativo y que potencien la disminución de la complejidad farmacoterapéutica, velando en todo momento por otro aspecto que se antoja fundamental, como es la comunicación entre paciente/cuidador y los profesionales sanitarios.
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