“Si sabemos lo que hay que hacer… ¿Por qué no lo hacemos?". Sobre la transferencia de conocimiento a las prácticas profesionales en el marco de la Atención Centrada en la Persona.

El divorcio entre la teoría y la práctica es un tema recurrente en muchos ámbitos de conocimiento. En particular, la pregunta que titula este post hace referencia a una cuestión pendiente, desde hace tiempo, en relación con la brecha existente entre el conocimiento gerontológico y su transferencia al ámbito profesional.

En las últimas décadas se ha ido evidenciando la relevancia de factores contextuales y personales para promover un envejecimiento activo o para compensar limitaciones en el caso de personas en situación de dependencia. Sin embargo, las propuestas de intervención, sus formatos o los recursos que se utilizan incorporan con lentitud y dificultad el conocimiento que se ha ido adquiriendo sobre muy diversas cuestiones.

El progresivo interés hacia la Atención Centrada en la Persona que se está produciendo en nuestro país, ha vuelto a traer a la palestra los diferentes, a veces divergentes, itinerarios por los que parece transcurrir investigación y las intervenciones profesionales en especial en el ámbito residencial.

Una vez más, se dispone de evidencias que ponen de manifiesto del impacto que determinadas actitudes, emociones y/o comportamientos de los profesionales tienen en las personas, en especial en las que disponen de menores recursos funcionales y/o cognitivos. En numerosos casos estos conocimientos se difunden a través de documentos técnicos o actividades formativas, en los que de modo claro y preciso se ofrecen recomendaciones, se indican actuaciones correctas e incorrectas… pero como dice el refrán “del dicho al hecho hay un trecho”. De modo que no siempre esta información se interioriza y revierte en nuevas y mejores prácticas profesionales.

Ni que decir tiene que cambios en el diseño de los contextos físicos y organizativos en los centros residenciales, tales como la creación de unidades de convivencia o la estabilidad de los profesionales, están contribuyendo a fomentar un mayor conocimiento de profesionales y residentes, favoreciendo una mayor implicación profesional y, también la personalización en la atención. Sin embargo, la experiencia muestra que si bien estas medidas son imprescindibles, por si solas resultan insuficientes.

Pero, también tenemos buenas noticias. Cada día son más numerosos los estudios en los que se cuenta con la participación activa de las personas mayores a la hora de identificar, desde su punto de vista, el significado de una buena atención. Los resultados de dichos estudios, que incorporan esta nueva mirada, señalan que la atención deseada por las personas se enmarca en asuntos como los momentos de la comida, la participación en actividades que sean significativas y que brindan la oportunidad de mantener la propia identidad, o el sentirse queridas y apreciadas por cuidadores y familiares. Todos ellos son aspectos cotidianos, configurados por detalles precisos y singulares de situaciones habituales en los que se encuentran personas mayores y profesionales.

Hablamos, por tanto, de generar lugares de encuentro en los que a profesionales –también investigadores– y personas atendidas se les ofrece la oportunidad de manifestar y mejorar capacidades, incorporar aprendizajes, consolidar competencias y también experimentar bienestar.

Todo ello conlleva nuevos escenarios para las intervenciones profesionales basadas en la evidencia. Cobra especial relevancia, en este sentido, el acompañamiento a profesionales y personas mayores en los lugares en “los que ocurren las cosas”, participando conjuntamente en la identificación, incorporación, mantenimiento y consolidación de medidas y prácticas profesionales que favorezcan la autonomía y el bienestar de personas mayores y… también de sus cuidadores.

Se trataría en otras palabras de transferir el conocimiento a través de las oportunidades que nos ofrecen los itinerarios de la vida cotidiana que comparten profesionales y residentes. Es una estrategia “win win” en la que todos los implicados han de ganar y aprender.

Poco a poco, vamos disponiendo de evidencias sobre la utilidad de estas intervenciones formativas y/o educativas “en el terreno” en las que se transfieren hallazgos desde la investigación para contribuir a la identificación y promoción de “esas pequeñas cosas” que generan bienestar en lo cotidiano.

Parece, pues, vislumbrarse que la investigación en Atención Centrada en la persona nos está llevando a otorgar valor a las opiniones y deseos de las personas y a identificar la relevancia de nuevos itinerarios de intervención, ligados a los entornos en los que las personas desarrollan su vida cotidiana.

Los investigadores y profesionales tenemos, pues, numerosos desafíos por delante. La generación de conocimiento en entornos cambiantes y diversos; el desarrollo de roles que acompañen y promuevan recursos y capacidades, la integración de múltiples saberes, perspectivas e intereses son algunas interrogantes a los que se ha de responder para que el conocimiento además de su valor en sí mismo, contribuya también a mejorar la vida de las personas.

Una búsqueda del conocimiento basado en la evidencia en el que la colaboración y la incorporación de nuevas miradas, es clave. Y es que, como dice aquel proverbio africano: “si quieres llegar rápido camina solo. Si quieres llegar lejos camina en grupo“.

Teniendo en cuenta todo lo antes mencionado, desde Matia Fundazioa hemos llevado a cabo la construcción de un espacio de trabajo común (investigación colaborativa) que permite poner en contacto tanto a profesionales como a personas ligadas al ámbito de los cuidados con el objetivo de crear un escenario en el que intercambiar diferentes opiniones, transferir conocimientos y compartir experiencias. Tenemos previsto presentarlo oficialmente en la jornada: "Construyendo bienestar desde lo significativo y lo cotidiano" que se celebrará en Donostia-San Sebastián el próximo 5 de marzo y a la cual os invitamos a acudir. Merecerá la pena vernos.