Modelo de Atención Centrado en las Personas. Retos de un cambio cultural
La aplicación de los conocimientos adquiridos en el ámbito de la investigación ofrece evidencias científicas suficientes sobre la bondad del Modelo de Atención Centrado en la Persona (MACP) en centros gerontológicos. Sin embargo, su aplicación práctica no es un camino fácil.
En general, los primeros pasos de este itinerario van acompañados de altas dosis de ilusión, al iniciarse en la mayoría de los casos con mejoras perceptibles en los espacios y los ambientes en los que se desarrolla la vida cotidiana de personas mayores, trabajadores, familias, ajustándolos a las necesidades y preferencias de las personas que los habitan .
Pero este modelo no es un escenario, ni una representación, más o menos aparente; es un cambio cultural profundo que exige formación y acompañamiento continuo, desaprender determinadas conductas y ejercitar otras que desplazan la atención en la tarea y la centran en la persona. Exige cambiar los roles profesionales, aprender a trabajar en equipo para tomar decisiones sólidas y compartidas y asumir riesgos controlados. Exige, en definitiva, revisar cada una de nuestras conductas cotidianas para reenfocarlas hacia el bienestar y la autonomía de esas personas que en muchas ocasiones hace tiempo que han perdido su capacidad de decidir. Se requiere, por tanto, un esfuerzo continuo para erradicar conductas instauradas desde hace años que, sin ser constitutivas de malos tratos, son francamente mejorables y minimizan, cuando no anulan, a las personas que por su fragilidad no tienen posibilidad de manifestar sus deseos, o de quejarse.
La puesta en marcha de todos estos cambios acarrea generalmente dificultades, resistencias, descalificaciones, conductas que minimizan los retos a través de afirmaciones como “pero si esto ya lo hacemos!!” o “nosotros no somos como los nórdicos, nuestra cultura es diferente “o “pero si las personas están contentas así”, o “no podemos hacer eso, es ilegal”……… Con independencia de la dosis de verdad que conllevan, en estos comentarios aflora el miedo al cambio, que con frecuencia trastoca los roles establecidos y genera la consecuente inseguridad.
Desde nuestra experiencia que ya alcanza su quinto año, esta transformación, a pesar de todo, no tiene vuelta atrás, como tampoco la tuvo el proceso de cambio que desterró los modelos asilares e implantó una cultura de la atención profesional, que transita en una especie de mestizaje hotelero/hospitalario.
Estamos sin duda ante un cambio cultural tal y como se ha denominado desde hace años en otros países. Un cambio que no tiene vuelta atrás porque merece la pena: a las personas mayores a sus familias y a los trabajadores. Pero sobre todo merece la pena porque preserva y defiende la dignidad de las personas, especialmente de las más frágiles, y ayuda a construir una sociedad mejor, más justa, solidaria y responsable.
* (Artículo publicado en “Entre Mayores”) www.entremayores.es