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Diez propuestas para envejecer bien en sociedades longevas

El crecimiento sostenido e imparable de personas que envejecen impone el afrontamiento de nuevos desafíos como sociedad y como individuos. Aspectos como la consideración del envejecimiento en las políticas públicas, la revisión del significado de cambios vitales como la jubilación, así como la organización y planificación de los cuidados, son cuestiones clave a las que deberíamos dar respuesta.

Se ofrecen, a continuación, algunas propuestas en este sentido.

Avanzar en la construcción de una sociedad que incorpore en sus políticas y planes de acción el desafío que supone la revolución de la longevidad, promoviendo una imagen ajustada a la realidad del proceso de envejecimiento.

Existe amplia evidencia científica acerca de la existencia de estereotipos negativos asociados a la edad, así como su relación con actitudes discriminatorias y conductas constitutivas de malos tratos. La sindemia COVID-19 ha sido una muestra fehaciente de esta situación; se ha infantilizado y sobreprotegido a las personas mayores, especialmente en situación de dependencia, al mismo tiempo que se les ha infringido un trato cuando menos manifiestamente mejorable. En fechas recientes, organismos como la OMS y Naciones Unidas han impulsado un llamamiento mundial para promover y visibilizar iniciativas que incorporen la edad desde una perspectiva de transformación social e individual, y que se ha traducido en la formulación de la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030), una acción global concertada y colaborativa orientada a mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidades en las que viven.

Promover la anticipación y prevención de situaciones no deseadas facilitando la toma de decisiones en el momento adecuado sobre cómo queremos envejecer.

Es necesario conseguir que la prevención se convierta en una responsabilidad del conjunto de la sociedad, liderada desde los poderes públicos con carácter transversal y desde un enfoque multidimensional. Si el cuidado de la salud actualmente constituye una prioridad indiscutible, que ha conseguido avances no imaginables hace sólo pocas décadas, asuntos relacionados con la transición y planificación de la vida después de la jubilación, situación de la vivienda, decisiones de carácter económico o consejo jurídico deben incorporarse como intervenciones preventivas a programas de orientación y consejo en los que la administración local, el mundo asociativo y la acción voluntaria pueden jugar un papel decisivo. La toma de decisiones a tiempo beneficia a toda la ciudadanía.

Cuando las personas mayores necesitan apoyos y cuidados

Planificar los cuidados de larga duración (CLD) desde un marco conceptual ecosistémico, colaborativo y de base comunitaria.

Son sobradamente conocidos los deseos de las personas mayores de permanecer en su domicilio y entorno cercano, aun en los casos en los que estas necesitan cuidados. Deseos que se incrementan conforme avanza la edad. Lograr dar respuesta a esta aspiración, exige desarrollar un modelo de servicios y apoyos de proximidad, equilibrado, complementario, territorializado, a ser posible en perímetros accesibles a personas con movilidad reducida. Las iniciativas de planificación urbana conocidas como supermanzanas o “ciudades de los 15 minutos” favorecen la vida cotidiana, pudiendo acceder fácilmente a todos los servicios necesarios tanto a pie como en transporte de proximidad.

En definitiva, la generación de entornos “amables” o “amigables” (OMS) que atienden la multidimensionalidad de sectores que impactan en el buen envejecer, genera bienestar tanto en la vejez como a lo largo del itinerario vital.

Valorar el cuidado familiar apoyando y protegiendo a las personas que lo asumen.

En todo el mundo, las necesidades que generan las situaciones de dependencia son cubiertas mayoritariamente por las familias. En España, esta tradición tiene una especial intensidad, aunque a su vez, la provisión de cuidados adquiere dimensiones que repercuten negativamente en las cuidadoras, mujeres en su mayoría, cuya vida cotidiana hace casi imposible la conciliación de la vida familiar y laboral. El importante aumento de la esperanza de vida de las personas en situaciones de dependencia, así como la complejidad e intensidad que requieren los cuidados, impone un incremento decidido de servicios (estancias temporales, centros de día, atención domiciliaria), así como el imprescindible apoyo ante situaciones de sobrecarga emocional o duelo y la formación para las complejas tareas que conllevan este tipo de cuidados. Todo ello en un marco laboral que favorezca la conciliación.

Promover el envejecimiento “en casa” entre las personas que precisan cuidados.

Garantizar la permanencia en el domicilio requiere una reformulación en profundidad del actual modelo de servicios domiciliarios. Un sistema diseñado hace varias décadas para abordar tareas de limpieza y acondicionamiento de los domicilios de personas mayores, que en gran número tenían importantes problemas de habitabilidad, y que en la actualidad está focalizado mayoritariamente en los cuidados - con frecuencia complejos- de personas con elevados grados de dependencia. La provisión de este tipo de cuidados precisa un fuerte impulso tanto en su intensidad horaria como en el reconocimiento de la diversidad de atenciones que requiere, y que deben ser gestionadas desde perfiles profesionales que asuman su coordinación integral: familia, empleada de hogar, servicios de proximidad, acción voluntaria, enfermería u otros servicios de carácter terapéutico.

La integración de los cuidados a través de la coordinación desde sus diferentes procedencias se identifica como la única vía para hacer posible la permanencia en el entorno cercano.

Y si no es en casa, “como en casa”. Avanzar hacia una oferta de alojamientos de tipologías diversas con diseños hogareños.

La complejidad de algunas situaciones de dependencia hace imprescindible la disponibilidad de alojamientos de carácter residencial cuando las personas no pueden o no quieren seguir viviendo en su domicilio. Sin embargo, y a pesar de la evolución y profesionalización de los modelos residenciales, su peso “institucional” genera un modo de vida no deseado para las personas en esta última etapa de nuestro itinerario vital. Despersonalización, homogeneización ante historias de vida singulares y otras características, se asocian negativamente con las actuales residencias. La experiencia acumulada tanto, en estudios diversos, como en otros países que han transformado modelos institucionales en otros ajustados a las necesidades y preferencias de las personas, ofrece abundante evidencia sobre la bondad de este proceso de cambio. Transformaciones ambientales en los centros actuales, tales como modulación en unidades de convivencia con grupos pequeños, generación de espacios de vida hogareños y personalizados, así como una profunda revisión en el modelo de cuidado y trato, y en su cultura organizacional, están generando excelentes resultados en el bienestar de las personas que habitan estos alojamientos.

Avanzar en la profesionalización y valor social de los cuidados.

En todo el mundo y en España de manera especial, el sector de los cuidados esta caracterizado por la precarización, que se concreta en una fuerte feminización procedente sobre todo del mundo de las migraciones. Escasa formación y bajos salarios completan un perfil profesional cuyo valor social es muy escaso. Las lecciones aprendidas de la COVID-19 imponen una revisión de estos perfiles profesionales que conduzca a una clara dignificación de los cuidados, para las personas que los ofrecen y las que los reciben. Además del consiguiente incremento en su financiación, es necesario identificar competencias, habilidades y también actitudes que construyen perfiles profesionales sólidos y atractivos para los hombres y las mujeres que integran el mercado de trabajo.

La Estrategia Nacional de Formación en materia de cuidados propuesta en el Informe España 2050, es una vía del máximo interés para lograr una mejora en la formación, capacitación y acreditación de los profesionales de dicho ámbito.

Mejorar la calidad de los cuidados desde enfoques centrados en las personas.

El “cambio cultural” que requiere el actual modelo de provisión de CLD pasa por un giro en su enfoque conceptual hacia una mirada ética centrada en las personas, en sus necesidades, deseos y preferencias, poniendo los servicios y las tareas que estos conllevan a disposición de apoyar la identidad, la singularidad y el proyecto de vida de cada una de estas personas. Este marco, junto con el conocimiento disponible en relación con diseño de entornos significativos y adecuados para las personas, debería sentar las bases de un nuevo modelo rector de la calidad de los CLD que facilite la identificación de sus componentes y criterios, y su consiguiente evaluación.

En este sentido, la creación de una Agencia Nacional de la Calidad en el Cuidado, organismo que ya existe en otros países, puede suponer un impulso para avanzar en estos aspectos en los diferentes territorios.

Integrar la atención social y sanitaria de los CLD a través de la coordinación de sus sistemas.

El incremento de las situaciones de dependencia observado en las últimas décadas, generado en parte por grandes logros en la esperanza de vida y en el tratamiento de enfermedades crónicas y degenerativas, evidencia una necesidad creciente de atención sanitaria en el ámbito de la provisión de CLD. Asunto que lleva décadas debatiéndose con resultados desiguales en el territorio español y europeo. Una vez más la pandemia ha puesto de manifiesto múltiples carencias de la respuesta sanitaria en los recursos sociales. Culturas disciplinares diferentes y modelos de acceso desiguales dificultan el avance en propuestas de integración de atenciones procedentes de los dos sectores. Sin embargo, en el marco de las propuestas realizadas anteriormente, muy focalizadas en los entornos cercanos y domésticos, es posible facilitar la atención sanitaria normalizada a través de nuestro sistema estructurado en áreas geográficas de atención primaria (convenientemente reforzada) y hospitalaria. En definitiva, necesitamos articular un modelo en el que el sistema sanitario garantice el derecho a la atención sanitaria de las personas en situación de dependencia allí donde estas vivan.

Afrontar la necesaria revisión de la Ley de promoción de la autonomía y protección a las situaciones de dependencia.

Desde el reconocimiento de la importancia de disponer de una ley que genera un derecho subjetivo para dar respuesta a las necesidades de cuidados de los ciudadanos, se evidencian múltiples carencias en su desarrollo, sin duda derivadas de su coincidencia con crisis económicas y sanitarias de proporciones no previstas. En definitiva, se impone una revisión de esta norma en diferentes dimensiones: agilización de procesos de valoración y reconocimiento de grado de dependencia, mejora general en su gestión y distribución competencial, reajuste de su catálogo de prestaciones y servicios, etc.

Existe consenso en la necesidad de dotar económicamente a esta ley de financiación suficiente para hacer realidad sus objetivos centrados en la protección de la autonomía y la generación de bienestar entre sus potenciales beneficiarios: personas en situación de dependencia, familiares que asumen sus cuidados y profesionales que aspiran a vivir y cuidar con dignidad.

Avanzar en todo lo expuesto anteriormente nos permite ser más optimistas cara a futuro. No es una lucha de “otros”, de quienes ya peinan canas o empiezan a atesorar un mar de arrugas en sus rostros. Es un desafío que nos interpela a todas las que aspiramos a disfrutar de una vejez digna, plena y significativa. Desde nuestra condición de ciudadanía hagamos propio el compromiso de construir una nueva narrativa social que impulse el desarrollo de políticas y acciones orientadas a poder envejecer bien en sociedades longevas. Por los que fueron, por los que son y por los que serán personas mayores (si tienen esa suerte). Que el tren de la vida no se detenga en esa estación llamada “vejez”.

Autora

Experta en Planificación Gerontológica

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