Baño y personas con demencia. Higiene y confort versus lucha de gigantes
El momento del baño en las personas con demencia es una de las causas de mayor disconfort en los cuidados. La expresión de dicha incomodidad se refleja en distintas formas de agitación que conllevan una sobrecarga considerable para la persona cuidadora. En este texto trataremos de explicar las razones de este malestar, ofreciendo una serie de pautas que pueden ayudar a aligerar la tensión que acompaña a este tipo de situaciones.
Confusión y miedo origen del rechazo
En el medio residencial el baño puede ser una tarea rutinaria, despersonalizada, en ocasiones dañina tanto para el residente, como para el cuidador. Si bien la mayor parte de personas con demencia tiende a tolerar bien este proceso, no siempre la sugerencia de pasar por la ducha es igual de bien recibida.
Como sabéis, en pocos años hemos pasado de realizar la higiene en la cama a un baño con zonas adaptadas, lo que implica trasladar a la persona con demencia hasta dicho espacio, desvestirla, enjabonarla…
La persona con demencia puede no comprender la necesidad de dicha actividad y sentir miedo y confusión. Es en estos casos en los que, ante la insistencia, afloran los temidos trastornos de conducta (en forma de gritos, agitación física, inquietud psicomotora...).
Para el cuidador, muchas veces sabedor de lo que le espera, la hora del baño se convierte en un factor de estrés añadido que agita su temor, ansiedad, frustración y condiciona la convivencia de ambos.
Sabiendo que la higiene guarda relación con los usos y costumbres, la intimidad y las preferencias individuales, una vía de aproximación que podría ayudar en estos casos sería conocer los hábitos higiénicos previos de la persona, así como la presencia de alteraciones del lenguaje (capacidad de comprensión), incontinencia de esfínteres, conducta sexual inapropiada, deprivación sensorial visual o auditiva, etc.
Así, en el caso de Luis, que ha sido toda la vida panadero y tiene la costumbre de levantarse y asearse muy temprano, puede no encontrarse cómodo con un horario que no se adapta a su estilo de vida habitual. De igual forma, María, que ha sido siempre muy pudorosa, aceptará mejor la situación si quién la ayuda en el baño es otra mujer.
Hasta lo que sabemos, la intervención farmacológica para el control de este tipo de conducta disruptiva se ha mostrado relativamente poco eficaz, a lo que habría que añadir el alto riesgo de reacciones adversas a los medicamentos. Debido a esto, parece lógico que el abordaje sea fundamentalmente conductual, formando y entrenando a los cuidadores en algo que ilustra perfectamente el título del artículo de Barrick et al.: "Bañar sin batallar"
Además, debemos tener en cuenta otros aspectos como el número de personas, el género del cuidador, las ayudas técnicas necesarias, características del baño, ruido y temperatura ambiental.
En suma, lo importante no es la realización propia de la actividad, sino generar el mínimo malestar posible a la persona, entendiendo que el baño es un cuidado básico con efectos higiénicos (limpieza, olor), psicológicos y emocionales (sensación de bienestar).
Pautas generales que pueden ayudar en el momento del baño:
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Simplifica al máximo la tarea. En esto puede ayudar establecer un orden secuencial.
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Planifica todo previamente conociendo y atendiendo las preferencias de cada persona.
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Garantiza en todo momento la intimidad y privacidad de la persona. A nadie le gusta tener público mientras se está bañando. Explica el procedimiento con palabras sencillas y actitud colaborativa.
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Instala elementos de seguridad y sillas adecuadas, sin dejar en ningún momento sólo al residente para evitar riesgos cara a su seguridad (caídas, fracturas, accidentes con utensilios de baño.
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Manten una temperatura adecuada del agua y del ambiente. Es muy recomendable tener un contacto gradual con la temperatura del agua. En casos seleccionados la utilización de manoplas para la higiene (llevan incorporado jabón no irritante, crema emoliente y agua, no requieren secado posterior), minimiza los trastornos conductuales*.
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Establece unos rituales de limpieza, comenzando con las extremidades, zona anterior y posterior de tronco, genitales, cabeza. Favorece en todo momento la autonomía de la persona. Lo que ella pueda realizar sola que lo haga y a su ritmo. Las prisas no son un buen aliado. Si hay resistencia a realizar la higiene buscar otro momento más propicio.
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Cuida tanto la comunicación verbal, como la no verbal. Conviene emplear frases sencillas, cortas, términos familiares,… Todo ello acompañado de gestos y palabras que transmitan tranquilidad, relajación, interés por la persona.
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Vigila que el ambiente sea confortable y tranquilo. Evitar ruidos que pueden intranquilizar a la persona. En algunos casos puede ser útil poner una música relajante, aprovechando el momento para una interacción positiva y agradable en la intimidad establecida.
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En caso de inquietud, tranquiliza a la persona. Podemos distraerle focalizando la atención en aspectos agradables que son agradables para ella. Ante una situación de sobrecarga del cuidador realiza una rotación de auxiliares.
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Establece una flexibilidad horaria. Busca el mejor momento posible estableciendo unos límites prudenciales en cuanto a la periodicidad del cuidado.
Comentarios
Javier, me parece interesante lo que dices, aunque, si te fijas, es más o menos lo mismo en casi todos los puntos. Has leído algo sobre desensibilización por visualización de conductas de terceros?
Considero que es un contenido relevante a tener en cuenta en el momeaue empezamos a interactuar como cuidadora, y empatizar con su vulnerabilidad lo mejor posible para que el asistido se relaje colabore y se deje ayudar en lo preciso.
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