Vivir en soledad. Una oportunidad y un desafío social y personal
Son muchas las personas mayores que viven solas. En torno a 1.860.000. La mayoría prefiere vivir en su casa de toda la vida. Más de siete de cada diez son mujeres, muchas de ellas con suficientes competencias sociales y personales para poder vivir con autonomía e independencia.
Nada mejor que la casa propia para hacer la vida que se desee. Además, es el entorno que se conoce y en el que las personas se sienten -nos sentimos- seguras. Vivir en España en soledad todavía tiene algunas ventajas: la mayoría de las personas mayores tiene contacto telefónico o personal con algún hijo o hija cercano al menos dos veces a la semana. En definitiva, conservamos una potente red de protección social invisible que acompaña a muchas personas que, aun viviendo solas, no se sienten aisladas.
Pero cuando la vejez avanza, los riesgos derivados de la soledad también. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística informan de la existencia de 368.400 personas de 85 y más años que están solas. La investigación demuestra que la combinación soledad y falta de red social con edad avanzada, enfermedad, barreras arquitectónicas en el domicilio y entorno, bajos ingresos y género femenino tiene consecuencia negativas para la salud y el bienestar y, puede conducir a situaciones de aislamiento social.
Todo ello pone de manifiesto la necesidad de actuaciones por parte de las administraciones para promover la creación de entornos amigables, que favorezcan la integración de las personas que viven en soledad en su comunidad, facilitando el acceso a los recursos comunitarios y el disfrute de espacios al aire libre. La ciudadanía tiene también un papel crucial en estos aspectos promoviendo iniciativas de acompañamiento a aquellos que se sienten solos.
Las personas que envejecen, por otro lado, pueden poner en marcha diversas acciones para vivir con autonomía, independencia, evitando el aislamiento social. Cuidar y mantener un buen estado de salud, acondicionar la casa, mantener y establecer nuevas relaciones sociales e interesarse por actividades en la comunidad son algunas de ellas. Y como no, saber pedir ayuda cuando se necesita.
Envejecer viviendo en soledad constituye pues una conquista social asociada al incremento de la longevidad. Sin embargo, las personas que envejecen, las administraciones públicas y la sociedad en general han de anticipar posibles consecuencias negativas asociadas a este modo de vida, desarrollando acciones que promuevan el mantenimiento y establecimiento de vínculos en entornos seguros y amigables.