Carta para la unidad de cuidados paliativos
GRACIAS, a todos vosotros, PERSONAS. Sí, PERSONAS, en mayúsculas. Ni enfermeras, ni médicos, ni psicólogos, ni auxiliares. Humanidad en estado puro.
Gracias por conseguir hacerme sentir más enfermera que nunca.
Por hacerme perder el miedo a una unidad tan delicada. Y no sólo eso, si no lograr que sienta pasión por ella y por lo que en ella se realiza. A ver la muerte como una etapa más de la vida. A ver esa etapa exenta de sufrimiento y repleta de tranquilidad y alivio para pacientes y familias.
Por enseñarme, con paciencia, a adquirir una actitud tan especial que en pocos sitios se consigue ver.
Por dar fuerza a la palabra EMPATÍA.
Por hacer real el significado de las palabras paliar, mitigar, aliviar, acompañar y cuidar.
Porque me habéis cuidado como nadie. ¿Y cómo no lo ibais a hacer?. Si es lo que hacéis diariamente en vuestro trabajo con las personas que ocupan las habitaciones de esta unidad. Y no digo pacientes, porque no sólo a ellos calmáis y aliviáis. Sois también un apoyo de sus respectivas familias. Su hombro para llorar, el abrazo para descargarles de todo por lo que están pasando.
Siento gran admiración hacia vosotros, por vuestro trabajo, por la paz que conseguís transmitir todos sólo con estar cerca de vosotros.
Llevo seis años siendo enfermera, y en estos dos meses, cada día que llegaba a casa tras una jornada en esta unidad, podía decir que me sentía más enfermera que nunca. Aún sin haber canalizado una vía, o colocado una sonda vesical. Lo que hacía era cuidarles, paliarles, apoyarles, y hacerles sentir que no estaban solos. Y eso, aparte de enfermera, me hacía sentir más humana.
Gracias, una vez más, porque me llevo de vosotros algo más que conocimientos; me llevo una ACTITUD. Y eso sé que es algo que estará conmigo siempre, en cualquier unidad, ante cualquier paciente.
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