La ausencia de sed, otro descuido de la demencia
En esta ocasión os aproximamos a una situación habitual en las demencias como es la pérdida de la sensación de tener sed. Lo hacemos con una doble mirada: la de Wendy Mitchell, una mujer de Yorkshire de 62 años que desde hace un tiempo convive con un diagnóstico de demencia y que comparte sus viviencias a través de su blog “Which me am I today?”; y la de Javier Alaba, médico de esta casa, y con una dilatada experiencia en la atención a personas con demencia.
Os dejamos con el testimonio de nuestra amiga Wendy…
El último desafío que me ha presentado la demencia
Creo que hace tiempo escribí sobre la "falta de hambre". Me he acostumbrado a ello y no me molesta. Tengo una rutina que me lleva a comer, a menos que me la salte. En esas ocasiones puedo estar sin probar bocado hasta que, al día siguiente, la rutina vuelve a ponerse en marcha. Pero siempre he estado pendiente de si tengo sed.
Normalmente la rutina me conduce a seguir bebiendo mis jarras de té. Tengo dos jarras grandes, una para la mañana y otra para la tarde, y las bebo porque me encanta tomar una taza de té, incluso en un día caluroso de verano. Bueno, al menos eso creo. Pero, ¿no debería el cerebro decirme que tengo sed?
No fue realmente hasta un día que fui a hacer parapente cuando empecé a sospechar que la demencia me había quitado la capacidad de sentir sed.
Ese día hice una caminata de 10 millas alrededor de Derwentwater para esparcir las cenizas de Sylvia. Luego, de alguna manera, subí a Cat Bells antes de hacer parapente y caminar de vuelta a casa. A mi regreso estaba agotada, pero fue entonces cuando me di cuenta que había hecho todo ese recorrido únicamente con una taza de té por la mañana y otra, en un descanso de 30 minutos en mi habitación, antes de volver a Cat Bells. Había desayunado, así que tenía algo de alimento en mi interior, pero sencillamente pasé por alto que apenas había bebido en todo el día desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde.
Ahora que lo pienso, en realidad, no fue hasta la semana pasada que me di cuenta de lo que estaba pasando. Fui a ver a Gemma por la mañana y a Sarah justo después para ayudarla con el jardín de su casa nueva. Esto hizo que me saltara mi rutina de tomar un té por la mañana. Por pura casualidad, Sarah y yo probamos una de las bolas de té chinas que me había enviado Suki Chan. Le compré a Sarah una tetera transparente para la ocasión y la estrenamos ese día. Fueron varias horas de trabajo al aire libre, bajo el sol y creo que Sarah en algún momento me dijo: "voy a tomar una copa, ¿quieres una?". De manera automática le dije que no y esperé a llegar a casa muchas horas después. Sarah no lo cuestionó porque ninguna de las dos se dió cuenta de lo que estaba sucediendo.
Es tan curioso la de cosas extrañas que la demencia puede hacerte, pero entonces, cuando llegué a casa y pensé en ello, todo encajó y me di cuenta de que simplemente ya no tengo sed. Ni siquiera puedo evocar esa sensación de hambre o de sed, se ha ido, se ha desvanecido. ¿Cuándo fue la última vez que sentí sed?
Así que ahora se trata de idear algo que me recuerde que debo beber aunque no tenga ganas de hacerlo, pero ser consciente de ello, es la primera etapa. Ahora solo tengo que recordarlo.
El agua no es solo para el verano
Como cuenta Wendy en su texto, la demencia suele venir acompañada de una serie de desafíos que es importante conocer para así procurar prevenirlos de forma temprana, y es que una vez aparecen es más difícil brindar alguna solución.
La sed depende del balance de agua y minerales, principalmente sodio, del organismo. A medida que envejecemos nuestra respuesta se vuelve más lenta y tardía, y tendemos a saciarnos antes. Esto se debe a que se producen alteraciones en la composición corporal que llevan a una disminución de la cantidad de agua intracelular (más en mujeres que en hombres) y de la masa muscular, así como a un aumento del tejido graso. Además, progresivamente perdemos las papilas gustativas, así como la agudeza visual, lo que dificulta la toma de agua, especialmente si se toman medicamentos que secan la boca o bien que dejan un sabor metálico. A nivel renal se adelgaza la parte cortical o externa, y a nivel funcional disminuye la vascularización, el filtrado glomerular, así como la capacidad de concentrar o diluir la orina, lo que hace que la persona mayor tenga más riesgo de deshidratación en situaciones de pérdida de volumen y menor capacidad de retener sodio.
La necesidad de líquidos depende del grado de actividad, de las condiciones ambientales (temperatura, humedad, nivel de altitud), características de la dieta, hábitos como el tabaco o alcohol, así como de cierta enfermedades (diabetes, infecciones, neoplasias, insuficiencia hepática, renal o cardíaca) y medicamentos (diuréticos, laxantes, opiáceos, psicofármacos).
En las situaciones de dependencia, se requiere un conocimiento y sensibilización de los cuidadores para asegurar una hidratación adecuada, especialmente ante cambios agudos. Hablamos, fácilmente, de superar los dos litros de agua al día.
En las personas con demencia aparte de los cambios debidos a la edad, se suman las alteraciones neuropatológicas a nivel cerebral; alteraciones conductuales, que en ocasiones conllevan rechazo a los alimentos; la presencia de disfagia con problemas de coordinación motora especialmente al ingerir líquidos que pueden derivar en malnutrición, deshidratación y atragantamientos; incontinencia urinaria con escapes de orina y o necesidad de ir al baño por la noche; alteraciones del ritmo intestinal (siendo frecuente el estreñimiento y la diarrea). Y a todo esto habría que añadir la presencial habitual de varias enfermedades y ciertos medicamentos que pueden interferir los mecanismos de regulación o aumentar las pérdidas de líquidos.
En cuanto a los síntomas de la pérdida de agua o minerales suelen ser muy imprecisos, dependiendo de la velocidad y la intensidad del déficit, y se presentan en forma de mareo, dolor de cabeza, náuseas o bajadas de tensión arterial. En una persona mayor, y especialmente si esta tiene demencia, se manifiesta en forma de cambios en el nivel de atención, caídas e inestabilidad, debilidad, estreñimiento, síntomas frecuentes en este perfil de población, por lo que se debe mantener un alto índice de sospecha.
No hay duda de la importancia de una adecuada hidratación en la salud y bienestar de estas personas. Como señala el escritor estadounidense Edward Abbey: “Una gran sed es una gran alegría cuando se apaga a tiempo“. El decálogo que os dejamos a continuación incluye recomendaciones para hacer de este aspecto un aliado en el buen cuidado de quienes conviven con una demencia.
1. Crea pautas para beber de modo regular.
Facilita que la persona tenga siempre algo de líquido a mano. Ofrece un vaso en cada comida, y otro más a media mañana y media tarde. No esperes a que lo pida la persona.
2. Anima a beber antes del desayuno.
Tomar un vaso de agua en ayunas previene el estreñimiento, y un vaso de zumo de naranja en el desayuno facilita la absorción del hierro en caso de tomar suplementos.
3. Favorece que beber sea una actividad apetecible.
Se puede añadir al agua edulcorantes/ saborizantes para darle un sabor agradable. Como alternativas: zumos, infusiones, tisanas, caldos, gelatinas, café…
4. Aumenta el consumo de frutas de alto contenido en agua: sandía, melón, melocotón...
5. Incrementa la ingesta de líquidos en los casos de aumento de temperatura ambiental o fiebre, aumento de frecuencia respiratoria, pérdida de líquidos o bien hiperglucemias.
6. Ante una disminución en el nivel de atención comprueba el nivel de hidratación y revisa los medicamentos. No dejes de consultar con tu médico.
7. Evita dietas bajas en sal, excepto en casos de hipertensión grave, insuficiencia cardíaca o renal avanzada, y edemas severos.
8. Procura mantener una adecuada higiene bucodental, más si cabe en personas en tratamiento con espesantes o gelatinas. En casos de sequedad bucal se puede emplear saliva artificial.
9. Calcula la necesidad de líquidos y viértelos en envases que permitan conocer su consumo de forma sencilla. Comprueba la temperatura del agua. Se recomienda de 12 a 14ºC.
10. En caso de presencia de incontinencia urinaria o necesidad de orinar frecuentemente por la noche, disminuye la ingesta de líquidos tras la merienda, asegurando una adecuada hidratación a lo largo del resto del día.
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