Reflexiones éticas sobre COVID-19
“La edad no es la clave, y la seguridad no es lo único”
Compartimos, a continuación, un breve extracto de un documento que reúne una serie de reflexiones, fruto de consultas y situaciones concretas detectadas a lo largo de este periodo, complejo e inédito, que nos ha tocado vivir.
2020 pasará a la historia como el año de la pandemia del coronavirus, entre otros motivos por el gran impacto que han supuesto las medidas aplicadas a nivel sanitario, social y económico… donde en muchas ocasiones la toma de decisiones ha enfrentado consideraciones de valores y derechos con los consiguientes conflictos éticos.
Hay que aportar la visión ética a los problemas actuales y principales de la sociedad y de la cotidianeidad de las personas, porque es necesario poner conciencia en que en cada acto y elección que realizamos priman unos valores en detrimento de otros. Es, en este sentido, responsabilidad de los políticos y de las instituciones responsables que están llevando el mando en esta crisis tener consciencia de los valores que proyectan las decisiones y actuaciones desarrolladas.
Creemos importante reflexionar sobre algunas de ellas, afianzar las positivas y enmendar las que requieren, a nuestro juicio, medidas correctoras. En línea a lo anterior, en primer lugar expresar nuestra adhesión a las reflexiones realizadas por otras organizaciones y profesionales, en contra de las desigualdades que en ocasiones se están produciendo a consecuencia de las medidas adoptadas en la gestión de la actual pandemia del COVID-19.
Estos días nos hemos preguntado muchas veces cuál es nuestro concepto de salud. ¿Es éste global?. ¿Incluye la salud física, la psicoafectiva, social y espiritual?. ¿Estamos respetando o considerando en esta crisis todas las dimensiones de la misma?. ¿De quién depende velar por la salud comunitaria?. ¿Depende sólo de las autoridades sanitarias?. La respuesta comunitaria la conforma el comportamiento de cada uno.
También nos hemos cuestionado sobre la línea entre responsabilidad individual y responsabilidad con el grupo. ¿Tengo que hacer cosas que no quiero o que no van conmigo?. En esta sociedad tan individualista, ¿no puedo asumir yo mis propios riesgos?.
Se ha subrayado reiteradamente la estrecha relación e influencia de lo individual en lo colectivo y de lo colectivo en lo individual. Relación en la que debe considerarse tanto a los demás, al conjunto de la sociedad, como a cada una de las personas.
Es responsabilidad de cada una de nosotras, de las entidades sociales, instituciones, etc., la defensa, puesta en valor y promoción activa de los valores que consideramos más importantes en nuestros comportamientos diarios, para que enraícen en nuestra sociedad, nutran y sirvan de soporte en la toma de decisiones, la generación de políticas y estructuras, que den como fruto una sociedad más preparada para hacer frente a posibles futuras crisis, con el máximo respeto a la dignidad, equidad, justicia y autonomía de las personas.
Justicia distributiva
La edad, la capacidad funcional o el nivel cognitivo no pueden ser criterio excluyente en la prestación de servicios o acceso para la atención sanitaria, como hemos visto reflejado en algunos protocolos en estos últimos meses.
El único criterio admisible para la asignación de los recursos sanitarios disponibles es el beneficio esperado, según evidencia científica, en cada persona.
Consideramos las medidas de confinamiento impuestas ajustadas a un contexto de urgencia, por tanto de caracter limitado y temporal. Cualquier protocolo de actuación al margen de ese espacio de consideración de urgencia temporal, debe contemplar, tras el análisis de cada caso, características y recursos concretos, así como opciones/alternativas que puedan conllevar un mayor logro de otros principios y valores, y en beneficio de la salud integral y bienestar de las personas.
En esta situación de crisis mantenemos el derecho de expresar las voluntades anticipadas, y que se tengan en cuenta en la tomas de decisiones sobre nuestra persona, el de ser partícipes de un consentimiento informado, el de poder renunciar a tratamientos y, también, la autonomía de asumir ciertos riesgos personales.
Atender a la diversidad
Los centros residenciales no son, ni queremos que sean, hospitales. Son la casa de las personas. Muchas de ellas necesitan apoyos. Y aunque parece obvio recordarlo, estas personas tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos.
Hablamos de espacios muy diversos que permiten, atendiendo a sus distintas estructuras, perfiles, apoyos disponibles…, modular la aplicación de las medidas, de forma que se ajusten mejor a esas características y al perfil de las personas que allí residen.
Por todo ello, parece necesario repensar el modelo social socio-sanitario que disponemos.
Trabajar por un modelo de atención que atienda a todos, también a las personas vulnerables, excluidas, discapacitadas, dependientes, etc. Un modelo que dé respuesta de forma integral, coordinada y flexible a las necesidades sociales y de salud pública.
Un modelo centrado en la persona, y no solamente en el riesgo y la seguridad.
Toma de decisiones
Las decisiones más prudentes en ética son las que maximizan el logro del mayor número de valores. Para ello es imprescindible contar con los otros, compartir.
Hemos mostrado cierto paternalismo, considerando que sabemos lo que es bueno para todos. Ésta falta de deliberación ha inclinado la balanza hacia uno de los extremos, la salud física, sin dar cabida a alternativas que acogieran otros valores en juego.
En todo caso de esta situación pueden extraerse sin duda aspectos positivos. Parece obligado hacer el ejercicio de identificar, definir e implementar las buenas prácticas profesionales, de gestión y sociales que estamos viviendo, para aprender la lección y echar mano de ellas. Así como de los recursos personales que hemos demostrado.
La resiliencia, la aceptación, el apoyo en situaciones de sufrimiento que han mostrado muchas personas en este proceso es un reflejo, que debemos tener presente, de la dignidad de cada una de ellas.
Cara a futuro
No debemos relajarnos, sino adaptarnos y prepararnos para el futuro, para el nuevo escenario. Planificar los servicios teniendo en cuenta los aprendizajes de esta pandemia.
Tener en cuenta el número de habitaciones individuales, desarrollar formación y protocolos pensados para esta nueva realidad, afianzar la red de apoyos de la comunidad, voluntariado, etc., puede ser un ejemplo de ello.
Debemos como sociedad aprovechar estos hitos para avanzar. Ojalá esta pandemia, más allá de los terribles efectos que está produciendo, tenga como consecuencia también un avance, un salto hacia adelante en el desarrollo de esta conciencia global, que nos ayude a unirnos y nos lleve a compartir, en consenso, unos objetivos universales de amor a todo aquello que somos y de lo que formamos parte.
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